Katherine Hale
Susan no se sorprendió de
que no tuviéramos ningún proyecto aún, pero nos pidió que pensáramos bien que
es lo haríamos, porque una mala idea nos retrasaría, y si perdíamos el
semestre, tendríamos que volver a hacerlo, y, por mi parte, perdería la beca.
Nos explicó que esa sería
nuestra aula, y podríamos hacerle lo que quisiéramos, sería nuestra sede todo
el semestre, y que solamente, tendríamos que reportarnos una vez a la semana
con ella. Para decirle acerca del progreso, nos dijo dónde estaría su cubículo,
donde estaba para atendernos y ayudarnos siempre, y sus datos.
Al final, me pidió que me
quedara un poco más para darme los papeles de la beca, y darme mi credencial,
la cual era un monedero electrónico, el cual, habían llenado de dinero.
— Las chicas recibirán las
suyas mañana — me comentó — así que no la muestres aún. Te sirve en todo el
campus.
— Gracias, Susan. — dije,
y le estreché la mano. Para mi sorpresa, Anna aún estaba afuera, recargada
contra la pared.
— ¿Cosas de becada?
— Cosas de becada. —
respondí
— Bien,
Sophie y Michelle tuvieron que correr.
— ¿Vamos juntas a casa? —
le pregunte y vi cómo el alivio se formó en su rostro.
— No eres de Nueva York,
¿verdad?
— No — admitió ella
mientras caminábamos hacia la salida. Pasamos por el estacionamiento, que
estaba lleno de lujosos coches, y entonces, me sentí un poco mal.
— Anna, ¿no te importará
que usemos el metro, cierto?
— Para nada, yo quiero
conocerlo. — sonrió ella.
Y así, salimos del campus.
Fue un paseo divertido para ambas, Anna nunca había estado en un metro, y se
moría de curiosidad, mientras quería comprar en todas las tiendas. Le pedí que
me siguiera, pero se perdió un par de veces. Al final, riendo llegamos a la
estación del central park.
— ¡Central Park! — Dijo ella
— De aquí soy.
— Wow… ¿casa enfrente del
central park, eh? Nada mal...
— Bueno, no es tanto así…
— dijo ella mientras se abrían las puertas y yo esperaba a que saliera del
metro.
— Anna, si no sales, las
puertas se cerraran.
Ella asintió, me agarró
del brazo, y me llevó afuera del metro.
— ¡Oye, esta no es mi
estación!
— ¡Secuestrada! —
canturreó ella.
Yo acepté encantada. En
realidad, no quería regresar a mi casa aún. Podría inventar cualquier cosa de
la universidad.
Llegamos a su casa unos
minutos después, estaba repleta de cajas, era espaciosa. Los muebles aún tenían
el plástico nuevo puesto. Una de las únicas cosas que estaba puesta, era una
foto que estaba en la sala, eran una pelirroja parecida a Anna, al lado de un
chico castaño con lentes, sosteniendo a una bebé.
— Disculpa el desorden —
dijo aventando sus llaves a un plato morado que se encontraba en una mesa, y
dejando su suéter en un perchero que estaba al lado de la puerta. — Acabamos de
mudarnos.
— Ah, no importa. — dije
mientras me quitaba mi suéter y ella lo ponía ahí. Fuimos a su cuarto, y nos
pusimos a platicar de muchas cosas. Anna me cayó muy bien. Averigüé que su
madre murió cuando ella era bebé, y su padre, que era un científico, la crio
solo.
Sus padres vivían en Nueva York, pero, cuando
todo esto pasó el decidió retirarse e ir a vivir a San Francisco, a dar clases.
Hasta que, su padre hizo un gran descubrimiento, y el padre de Rowena quiso
asociarse con él, todo hace 3 meses.
— No te ofendas Katty,
pero yo quiero a mis amigas. A mí no me gusta nada de esto, bueno, yo no quería
esto. — Señala su cuarto empacado con ambas manos. — Quiero mi vida.
— Bueno — dije
incorporándome, y acercándome a una caja, y abriéndola. — quizá podríamos empezar
a hacerla.
Tomé un libro y lo puse en
una repisa que estaba encima de su escritorio vacío. Esperaba que ella no
reaccionara mal, pero pensé que la ayudaría. Finalmente, sabía por lo que ella
estaba pasando, y que era muy duro mudarse. Yo mismo había vivido en 14 casas
en Nueva York. Siete escuelas diferentes. Siempre siendo la nueva chica.
Anna sonrió, abrió su
laptop, y puso a los Beatles, después se puso al lado de mí, y sacó otro libro.
— ¿No serás una de esas
obsesionadas por el orden, verdad?
— Sí.
— Que suerte — respondió
en broma y me dio un golpe cariñoso en el brazo.
Su padre, se asomó media
hora después cuando ordenábamos su escritorio, y al ver lo que estábamos
haciendo, se quedó sorprendido, pero después sonrió complacido.
— Papá, Katherine.
Katherine, papá. — Me miró con los ojos muy abiertos, y después abrió la boca. —
Perdona, — dijo Anna, mi papá entra en la dimensión de lo extraño, ¡Tierra a
papá! — exclamó cuando se me quedó viendo.
— Oh, perdón. ¿Cómo
dijiste que se llamaba? — Preguntó extrañado, y me sentí muy rara.
— KA-THE-RI-NE.
— ¿Y tú apellido,
Katherine? — Me preguntó, mirándome con curiosidad.
— Hale señor, mucho gusto.
— Dije
y me acerqué a saludarlo.
— No, no… quédense ahí,
haré algo de comer. — Dijo agitando las manos y negando con la cabeza, pero no
pude evitar percibir que estaba un poco, ¿decepcionado? Se fue de la habitación
dejando la puerta abierta, y Anna suspiró
— No te preocupes. Es un
tipo muy raro mi padre. No lo dejo salir mucho.
Cerró la puerta, y nosotras
seguimos con lo nuestro, hasta que llegamos a una caja rectangular, muy grande.
— ¿Qué instrumento...? —
comencé a preguntar pero me interrumpió
— ¿Cómo lo supiste?
— Toco la guitarra y el
teclado. — le dije mientras, abría la caja con curiosidad.
— Mi amado bajo.
— Guau. — exclamé yo. — Es
bonito.
— Sí, adoro a este bebé.
Comimos con el papá de Anna, y después regresé a casa.
Pasaron varios días, y,
Stephie tuvo una gran idea leyendo un artículo de la revista de su compañía.
Modificaríamos flores genéticamente para hacerlas más bonitas, y luego las
venderíamos. Después de varias discusiones, acordamos que sería lo mejor. Ya
que no teníamos ideas.
Las siguientes semanas,
nos dedicamos de lleno al proyecto, y Susan, no se aparecía por ningún motivo.
Fuimos a todas las casas de las chicas, excepto la mía. Y no es que no fuera
hospitalaria, pero bueno, en comparación a las suyas la mía era, demasiado
pequeña.
Había averiguado también
un poco más de Sophie y de Michelle.
Sophie era la heredera de
una familia con muchas empresas, aún no sé cuántas. Le gustaba organizar, y
tenía una energía excelente para ponernos a todas a trabajar. Vivía con ambos
padres, hija única. Ella tocaba la batería.
Michelle era hija de una
diseñadora de modas muy famosa, y como su madre, quería hacer lo mismo. Se
llevaban como si fueran hermanas. Su mamá se había vuelto a casar con un
beisbolista, y hacían giras por todo el país.
Michelle hacía la escuela
por correo, y viajaba con ellos; pero decidieron que, debía quedarse en Nueva
York para estudiar la universidad. Habían hecho su casa en una bodega
remodelada.
Habían pasado tres semanas exactamente, cuando Susan entró en el salón y nos preguntó que habíamos estado haciendo.
Sophie le mostró una
presentación que había hecho en la computadora con todo acerca de las plantas
que estábamos haciendo. Pero no vimos una cara contenta en su rostro.
— Chicas, no creo que esto
funcione…
— Pero, trabajamos
demasiado — dijo Michelle frustrada.
— No creo que el comité lo
apruebe.
— ¿Por qué? — Preguntó
Anna molesta
— Lo siento, pero tienen
que buscar otra idea.
Nuestras protestas no
sirvieron de nada, diez minutos después se fue, y todas estábamos frustradas.
Michelle tomó una maceta y la arrojó al piso.
— Genial, ahora tendremos
que limpiar eso. — dije molesta. La verdad, es que los roces entre nosotras no
habían disminuido, parecía que simplemente no éramos compatibles, no es que no
nos cayéramos bien, sólo se nos olvidaba.
— Bien, yo lo limpiaré. —
dijo ella
— ¿Acaso sabes cómo? —
pregunté yo, más furiosa que antes.
— Hey, chicas no peleen. —
Sophie intervino — Katherine, encontraremos algo, sabemos que estás preocupada
por la beca.
— Siento haber sido
grosera contigo — le dije con pesadumbre a Michelle, porque, la verdad no debí
haber dicho eso.
— No, yo lo siento…..—
dijo viendo al piso — voy por una escoba.
Después de limpiar, fuimos
al Starbucks de la entrada, al que Anna estaba renuente de que entráramos.
— Necesito cafeína, y no
caminaré más para conseguirla. — dije yo, intentando que dejara de bloquear la
puerta. Mientras Michelle le tomaba las manos para jalarla, y Sophie le hacía
cosquillas.
— Está bien, está bien —
dijo ella — pero cuando no tengan condición, ¡no me culpen a mí!
Las tres la ignoramos, y
entramos a la cafetería, no entendía que tenía de malo. Se veía bien y no
estaba tan abarrotado como el que estaba al lado de la biblioteca. Nos
acercamos a pedir café, y tuve que jalar a Anna al mostrador.
Por fin entendí, cuando un
chico rubio platinado de ojos grises, miró a Anna como un ciego que mira la luz
por primera vez. Y, creo que no fui la única en notarlo, debido a la sonrisa de
Sophie. El chico atendió a la gente que iba antes de nosotras de una manera
impresionante, y cuando nos dimos cuenta, estábamos frente a él.
— Hola, ¿en qué puedo
servirles? — preguntó él, mostrando una sonrisa de dientes blancos
perfectamente alineados, y Sophie pidió por todas, como siempre.
— Cuatro frapuccinos java
chip largos, dos baguettes de queso con salami, un muffin de bluberries, ese
pastel de chocolate y un expresso por favor, oh…y ese CD de ahí.
Tom asintió con una cara
confusa y, comenzó a anotar todo lo que decía rápidamente.
— ¿A nombre de…?
— Sophie
— Bueno, yo te llamo
Sophie… ¿todo en la misma tarjeta?
— Sí, y agrégale 5 dólares
de propina
— Vaya, gracias — sonrió
agradecido mientras recibía la tarjeta y cargaba las cosas. No podía negarse
que era un chico muy guapo. No entendía porque Anna no quería verlo.
En fin, cuando tuvimos
todo, salimos del establecimiento y, nos sentamos afuera, algo frustradas. Tomé
una de las baguettes y le di una mordida molesta, porque no habían aprobado
nuestro proyecto.
— Eso, Hale, ¡duro contra
el salami! — dijo Anna que tomó el pastel de chocolate.
— Tú tienes que contarnos
algo — dijo Sophie picándole las costillas.
— Sí, no has parado de
molestarme con Michael que me persigue, y el chico lindo del café te mira como
si fueras el amor de su vida.
— Pues — dijo Anna
enrojeciendo y comiendo más pastel. Yo sólo vengo a comprar café.
— Yo sólo vengo a comprar
café — canturreamos las demás al unísono y comenzamos a reír. Paramos de
hacerlo, porque el chico en cuestión salió del establecimiento y comenzó a
limpiar las mesas a nuestro lado.
— Y entonces, ¿qué
demonios haremos? — Dijo Michelle — No se me ocurre nada.
— Yo ya di mi idea de los
robots que desfilan, entonces no quiero que me miren a mí´. — Dijo Anna dándole
un sorbo a su frapuccino — Aún podemos hacerla.
Vi de reojo que Tom
soltaba una sonrisa. Se estaba tardando un poco en limpiar, seguramente se
había acercado para escuchar.
— Y las clases comienzan la próxima semana —
les recordé jugando con la servilleta de la baguette.
Todas suspiraron, y
entonces el rostro de Sophie se encendió.
— ¡Chicas, ya lo tengo!
— ¿El qué? — preguntó Anna
mientras comía más pastel de chocolate. —Esto está buenísimo.
— Bueno, todas tocamos un
instrumento, ¿no? — preguntó mirándonos a todas.
— Guitarra y piano — dije
antes de seguir comiendo.
— Guitarra —dijo Michelle
— Bajo — siguió Anna.
— Y yo toco la batería,
¿no lo ven? ¡Podemos hacer una banda!, Anna puede encargarse del dinero,
Katherine de la ingeniería del sonido, Michelle del diseño de la imagen del
grupo, y ¡yo podría ser nuestro mánager!
— ¡También podría diseñar la ropa! — Dijo
Michelle emocionada. Al principio yo estaba escéptica, pero después me puse a
pensar. La ingeniería de sonido me interesaba, y uno de mis primos conocía
acerca del asunto y podría enseñarme. Si éramos buenas, podríamos conseguir
dinero. Anna sonrió y asintió.
— ¡Es una excelente idea,
Sophie! — dije después de pensarlo. — Y a esto, no creo que nos diga que no.
— Entonces, ¿qué
esperamos? — Dijo Anna levantándose del asiento — ¡Vamos a casa de Michelle a
ensayar, y a planear!
Todas estuvimos de
acuerdo, observé que Tom volvía a entrar al café, y entonces nos fuimos.