viernes, 30 de mayo de 2014

You've got to be kidding me.



Katherine Hale

Susan no se sorprendió de que no tuviéramos ningún proyecto aún, pero nos pidió que pensáramos bien que es lo haríamos, porque una mala idea nos retrasaría, y si perdíamos el semestre, tendríamos que volver a hacerlo, y, por mi parte, perdería la beca.

Nos explicó que esa sería nuestra aula, y podríamos hacerle lo que quisiéramos, sería nuestra sede todo el semestre, y que solamente, tendríamos que reportarnos una vez a la semana con ella. Para decirle acerca del progreso, nos dijo dónde estaría su cubículo, donde estaba para atendernos y ayudarnos siempre, y sus datos.

Al final, me pidió que me quedara un poco más para darme los papeles de la beca, y darme mi credencial, la cual era un monedero electrónico, el cual, habían llenado de dinero.

— Las chicas recibirán las suyas mañana — me comentó — así que no la muestres aún. Te sirve en todo el campus.

— Gracias, Susan. — dije, y le estreché la mano. Para mi sorpresa, Anna aún estaba afuera, recargada contra la pared.

— ¿Cosas de becada?

— Cosas de becada. — respondí

— Bien,  Sophie y Michelle tuvieron que correr.

— ¿Vamos juntas a casa? — le pregunte y vi cómo el alivio se formó en su rostro.

— No eres de Nueva York, ¿verdad?

— No — admitió ella mientras caminábamos hacia la salida. Pasamos por el estacionamiento, que estaba lleno de lujosos coches, y entonces, me sentí un poco mal.

— Anna, ¿no te importará que usemos el metro, cierto?

— Para nada, yo quiero conocerlo. — sonrió ella.

Y así, salimos del campus. Fue un paseo divertido para ambas, Anna nunca había estado en un metro, y se moría de curiosidad, mientras quería comprar en todas las tiendas. Le pedí que me siguiera, pero se perdió un par de veces. Al final, riendo llegamos a la estación del central park.

— ¡Central Park! — Dijo ella — De aquí soy.

— Wow… ¿casa enfrente del central park, eh? Nada mal...

— Bueno, no es tanto así… — dijo ella mientras se abrían las puertas y yo esperaba a que saliera del metro.

— Anna, si no sales, las puertas se cerraran.

Ella asintió, me agarró del brazo, y me llevó afuera del metro.

— ¡Oye, esta no es mi estación!

— ¡Secuestrada! — canturreó ella.

Yo acepté encantada. En realidad, no quería regresar a mi casa aún. Podría inventar cualquier cosa de la universidad.

Llegamos a su casa unos minutos después, estaba repleta de cajas, era espaciosa. Los muebles aún tenían el plástico nuevo puesto. Una de las únicas cosas que estaba puesta, era una foto que estaba en la sala, eran una pelirroja parecida a Anna, al lado de un chico castaño con lentes, sosteniendo a una bebé.

— Disculpa el desorden — dijo aventando sus llaves a un plato morado que se encontraba en una mesa, y dejando su suéter en un perchero que estaba al lado de la puerta. — Acabamos de mudarnos.

— Ah, no importa. — dije mientras me quitaba mi suéter y ella lo ponía ahí. Fuimos a su cuarto, y nos pusimos a platicar de muchas cosas. Anna me cayó muy bien. Averigüé que su madre murió cuando ella era bebé, y su padre, que era un científico, la crio solo.

 Sus padres vivían en Nueva York, pero, cuando todo esto pasó el decidió retirarse e ir a vivir a San Francisco, a dar clases. Hasta que, su padre hizo un gran descubrimiento, y el padre de Rowena quiso asociarse con él, todo hace 3 meses.

— No te ofendas Katty, pero yo quiero a mis amigas. A mí no me gusta nada de esto, bueno, yo no quería esto. — Señala su cuarto empacado con ambas manos. — Quiero mi vida.

— Bueno — dije incorporándome, y acercándome a una caja, y abriéndola. — quizá podríamos empezar a hacerla.

Tomé un libro y lo puse en una repisa que estaba encima de su escritorio vacío. Esperaba que ella no reaccionara mal, pero pensé que la ayudaría. Finalmente, sabía por lo que ella estaba pasando, y que era muy duro mudarse. Yo mismo había vivido en 14 casas en Nueva York. Siete escuelas diferentes. Siempre siendo la nueva chica.

Anna sonrió, abrió su laptop, y puso a los Beatles, después se puso al lado de mí, y sacó otro libro.

— ¿No serás una de esas obsesionadas por el orden, verdad?

— Sí.

— Que suerte — respondió en broma y me dio un golpe cariñoso en el brazo.

Su padre, se asomó media hora después cuando ordenábamos su escritorio, y al ver lo que estábamos haciendo, se quedó sorprendido, pero después sonrió complacido.

— Papá, Katherine. Katherine, papá. — Me miró con los ojos muy abiertos, y después abrió la boca. — Perdona, — dijo Anna, mi papá entra en la dimensión de lo extraño, ¡Tierra a papá! — exclamó cuando se me quedó viendo.

— Oh, perdón. ¿Cómo dijiste que se llamaba? — Preguntó extrañado, y me sentí muy rara.

— KA-THE-RI-NE.

— ¿Y tú apellido, Katherine? — Me preguntó, mirándome con curiosidad.

— Hale señor, mucho gusto. —  Dije  y me acerqué a saludarlo.

— No, no… quédense ahí, haré algo de comer. — Dijo agitando las manos y negando con la cabeza, pero no pude evitar percibir que estaba un poco, ¿decepcionado? Se fue de la habitación dejando la puerta abierta, y Anna suspiró

— No te preocupes. Es un tipo muy raro mi padre. No lo dejo salir mucho.

Cerró la puerta, y nosotras seguimos con lo nuestro, hasta que llegamos a una caja rectangular, muy grande.

— ¿Qué instrumento...? — comencé a preguntar pero me interrumpió

— ¿Cómo lo supiste?

— Toco la guitarra y el teclado. — le dije mientras, abría la caja con curiosidad.

— Mi amado bajo.

— Guau. — exclamé yo. — Es bonito.

— Sí, adoro a este bebé.
Comimos  con el papá de Anna, y después regresé a casa.

Pasaron varios días, y, Stephie tuvo una gran idea leyendo un artículo de la revista de su compañía. 
Modificaríamos flores genéticamente para hacerlas más bonitas, y luego las venderíamos. Después de varias discusiones, acordamos que sería lo mejor. Ya que no teníamos ideas.

Las siguientes semanas, nos dedicamos de lleno al proyecto, y Susan, no se aparecía por ningún motivo. 
Fuimos a todas las casas de las chicas, excepto la mía. Y no es que no fuera hospitalaria, pero bueno, en comparación a las suyas la mía era, demasiado pequeña.


Había averiguado también un poco más de Sophie y de Michelle.
Sophie era la heredera de una familia con muchas empresas, aún no sé cuántas. Le gustaba organizar, y tenía una energía excelente para ponernos a todas a trabajar. Vivía con ambos padres, hija única. Ella tocaba la batería.

Michelle era hija de una diseñadora de modas muy famosa, y como su madre, quería hacer lo mismo. Se llevaban como si fueran hermanas. Su mamá se había vuelto a casar con un beisbolista, y hacían giras por todo el país. 

Michelle hacía la escuela por correo, y viajaba con ellos; pero decidieron que, debía quedarse en Nueva York para estudiar la universidad. Habían hecho su casa en una bodega remodelada.

Habían pasado tres semanas exactamente, cuando Susan entró en el salón y nos preguntó que habíamos estado haciendo.

Sophie le mostró una presentación que había hecho en la computadora con todo acerca de las plantas que estábamos haciendo. Pero no vimos una cara contenta en su rostro.

— Chicas, no creo que esto funcione…

— Pero, trabajamos demasiado — dijo Michelle frustrada.

— No creo que el comité lo apruebe.

— ¿Por qué? — Preguntó Anna molesta

— Lo siento, pero tienen que buscar otra idea.

Nuestras protestas no sirvieron de nada, diez minutos después se fue, y todas estábamos frustradas. 
Michelle tomó una maceta y la arrojó al piso.

— Genial, ahora tendremos que limpiar eso. — dije molesta. La verdad, es que los roces entre nosotras no habían disminuido, parecía que simplemente no éramos compatibles, no es que no nos cayéramos bien, sólo se nos olvidaba.

— Bien, yo lo limpiaré. — dijo ella

— ¿Acaso sabes cómo? — pregunté yo, más furiosa que antes.

— Hey, chicas no peleen. — Sophie intervino — Katherine, encontraremos algo, sabemos que estás preocupada por la beca.

— Siento haber sido grosera contigo — le dije con pesadumbre a Michelle, porque, la verdad no debí haber dicho eso.

— No, yo lo siento…..— dijo viendo al piso — voy por una escoba.

Después de limpiar, fuimos al Starbucks de la entrada, al que Anna estaba renuente de que entráramos.

— Necesito cafeína, y no caminaré más para conseguirla. — dije yo, intentando que dejara de bloquear la puerta. Mientras Michelle le tomaba las manos para jalarla, y Sophie le hacía cosquillas.

— Está bien, está bien — dijo ella — pero cuando no tengan condición, ¡no me culpen a mí!

Las tres la ignoramos, y entramos a la cafetería, no entendía que tenía de malo. Se veía bien y no estaba tan abarrotado como el que estaba al lado de la biblioteca. Nos acercamos a pedir café, y tuve que jalar a Anna al mostrador.

Por fin entendí, cuando un chico rubio platinado de ojos grises, miró a Anna como un ciego que mira la luz por primera vez. Y, creo que no fui la única en notarlo, debido a la sonrisa de Sophie. El chico atendió a la gente que iba antes de nosotras de una manera impresionante, y cuando nos dimos cuenta, estábamos frente a él.

— Hola, ¿en qué puedo servirles? — preguntó él, mostrando una sonrisa de dientes blancos perfectamente alineados, y Sophie pidió por todas, como siempre.

— Cuatro frapuccinos java chip largos, dos baguettes de queso con salami, un muffin de bluberries, ese pastel de chocolate y un expresso por favor, oh…y ese CD de ahí.

Tom asintió con una cara confusa y, comenzó a anotar todo lo que decía rápidamente.

— ¿A nombre de…?

— Sophie

— Bueno, yo te llamo Sophie… ¿todo en la misma tarjeta?

— Sí, y agrégale 5 dólares de propina

— Vaya, gracias — sonrió agradecido mientras recibía la tarjeta y cargaba las cosas. No podía negarse que era un chico muy guapo. No entendía porque Anna no quería verlo.

En fin, cuando tuvimos todo, salimos del establecimiento y, nos sentamos afuera, algo frustradas. Tomé una de las baguettes y le di una mordida molesta, porque no habían aprobado nuestro proyecto.

— Eso, Hale, ¡duro contra el salami! — dijo Anna que tomó el pastel de chocolate.

— Tú tienes que contarnos algo — dijo Sophie picándole las costillas.

— Sí, no has parado de molestarme con Michael que me persigue, y el chico lindo del café te mira como si fueras el amor de su vida.

— Pues — dijo Anna enrojeciendo y comiendo más pastel. Yo sólo vengo a comprar café.

— Yo sólo vengo a comprar café — canturreamos las demás al unísono y comenzamos a reír. Paramos de hacerlo, porque el chico en cuestión salió del establecimiento y comenzó a limpiar las mesas a nuestro lado.

— Y entonces, ¿qué demonios haremos? — Dijo Michelle — No se me ocurre nada.

— Yo ya di mi idea de los robots que desfilan, entonces no quiero que me miren a mí´. — Dijo Anna dándole un sorbo a su frapuccino — Aún podemos hacerla.

Vi de reojo que Tom soltaba una sonrisa. Se estaba tardando un poco en limpiar, seguramente se había acercado para escuchar.

 — Y las clases comienzan la próxima semana — les recordé jugando con la servilleta de la baguette.
Todas suspiraron, y entonces el rostro de Sophie se encendió.

— ¡Chicas, ya lo tengo!

— ¿El qué? — preguntó Anna mientras comía más pastel de chocolate. —Esto está buenísimo.

— Bueno, todas tocamos un instrumento, ¿no? — preguntó mirándonos a todas.

— Guitarra y piano — dije antes de seguir comiendo.

— Guitarra —dijo Michelle

— Bajo — siguió Anna.

— Y yo toco la batería, ¿no lo ven? ¡Podemos hacer una banda!, Anna puede encargarse del dinero, Katherine de la ingeniería del sonido, Michelle del diseño de la imagen del grupo, y ¡yo podría ser nuestro mánager!

  ¡También podría diseñar la ropa! — Dijo Michelle emocionada. Al principio yo estaba escéptica, pero después me puse a pensar. La ingeniería de sonido me interesaba, y uno de mis primos conocía acerca del asunto y podría enseñarme. Si éramos buenas, podríamos conseguir dinero. Anna sonrió y asintió.

— ¡Es una excelente idea, Sophie! — dije después de pensarlo. — Y a esto, no creo que nos diga que no.
— Entonces, ¿qué esperamos? — Dijo Anna levantándose del asiento — ¡Vamos a casa de Michelle a ensayar, y a planear!

Todas estuvimos de acuerdo, observé que Tom volvía a entrar al café, y entonces nos fuimos.